Cierro los ojos y siento.
Este lugar es mágico: naturaleza a borbotones, bosque con gnomos, caballos en libertad, perros, gatos, patos, y todo tipo de animales de granja, halcones y águilas sobrevolando el cielo…
Imposible no desconectar nuestra particular radio mental en un lugar así.
En este increíble espacio los protagonistas son los caballos, que viven en libertad y se relacionan en manada. El simple hecho de estar en contacto con ellos es sanador. Estamos todos pie a tierra, al mismo nivel, cinco caballos y yo. Y empieza el baile.
Guiada por la maestría de Alexandra, empiezo a moverme entre los caballos. Están sueltos, dentro de un gran espacio vallado. Al principio no parecen inmutarse con nuestra presencia, siguen a lo suyo, pastando. Pero es sólo nuestra percepción, nada mas llegar ya nos están sintiendo.
El trabajo que me planteo es reconectar con “mi niña” juguetona y alegre, con el disfrute y el gozo de la vida.
Al comenzar verbalizo que quiero soltar rigideces, exigencias y seriedad. La seriedad del adulto. En ese momento uno de los caballos empieza a defecar, un perfecto reflejo de lo que estoy sintiendo. ¿Qué más he de soltar?
Entro en el espacio vallado y el único caballo negro se acerca directamente a mi y me acaricia con su cabeza. Me sigue. Parece como si nuestros corazones empezaran a latir al unísono. Los caballos captan nuestros sentimientos y emociones y las reflejan en sus movimientos. Son un maravilloso reflejo de nuestro interior, no hay filtro de la mente, y con ese puro instinto nos muestras partes más profundas de nuestro inconsciente; a veces sentimientos o emociones ocultas, tapadas por otras. Nos podemos engañar a nosotros mismos, o a los demás, a los caballos no.
Me acerco a uno de los blancos, le acaricio, pero me hace un gesto con su cabeza que percibo brusco, como una sacudida. Me asusto un poco. Me hace conectar con esas expectativas que busco y luego no se cumplen, y al no recibir lo que esperaba me genera cierta incomodidad. Lo visualizo como el mundo de afuera, lo externo, esa parte del mundo que me transmite miedo y preocupación si no soy lo que se supone que esperan de mí, si no soy complaciente.
Sigo andando, respirando hondo. Conectando con lo que siento y lo que percibo a través de los sentidos.
En estos días de verano el sol es implacable y voy buscando la sombra. Hay sombra a un lado de la valla. Me acerco a ella. ¿Qué simboliza la valla para mi? Los límites, creencias que me condicionan, o falsas ilusiones que a veces me impiden salir de mi zona de costumbre. No sé por qué en este momento estoy en la valla, ni lo que estoy buscando, ¿a qué tengo miedo exactamente?
Los caballos se van desplazando juntos hacia el interior, parece que me invitan a que me separe de la valla y me dirija hacia ellos. Y empiezo a moverme lentamente en su dirección. En un momento siento que me ahogo, que necesito respirar hondo, me siento tensa, pesada, necesito abrirme a vivir, a respirar Vida. Busco eso, Vivir con mayúsculas. Potencio ese sentir, intensifico esa emoción. Sigo sintiendo un cierto ahogo, pero algo me invita a abrir mi pecho, a expandir mi corazón.
Me acerco de nuevo a la valla. Allí está Alexandra y comenzamos una visualización guiada para conectar con los distintos momentos de mi vida, desde mi niñez, en que sentí esa emoción, esa sensación de ahogo y miedo. Reconociéndome en cada uno de esas etapas, que veo como círculos concéntricos de mi vida, me oigo decir, «quiero vivir y disfrutar. Me lo merezco».
Visualizo a mis padres y mis ancestros. Con respeto les hablo de mi, de mi necesidad de soltar todo juicio, todo castigo, toda preocupación, toda culpa… En ese momento veo a uno de los equinos blancos frente a mí que se tumba y empieza a retozar, masajeando su lomo contra el suelo y las patas hacia el cielo. ¡Ohhhh, qué espectáculo! ¡Juega la vida! parece expresar con sus movimientos.
Uno de los caballos se acerca a jugar con mi sombrero que dejé sobre la valla. El sombrero simboliza el sol, la alegría, el mar, el verano, el disfrute. Me lo coloco sobre la cabeza y me siento más liviana, me permito sentir, el cuerpo vibra, me muevo con los brazos en cruz, bailo, siento una energía distinta.
Me abro a la vida.
Digo SÍ a la vida.
Alexandra Carré combina magistralmente el coaching, la PNL y los caballos, en una aventura experiencial que permite conectar con capas del inconscientemente, una comunión de cuerpo, mente y alma. https://coachingcavalls.com/

0 comentarios