Mi querida amiga,
Hablamos con frecuencia, pero hoy sentí el deseo de escribirte unas palabras. Es mi corazón el que guía mis manos delante del papel sobre el que aquí, ahora, te escribo.
Hemos pasado momentos difíciles, cada una por su lado, e incluso en nuestra propia relación, pero lo precioso es que al final siempre estamos ahí, la una para la otra.
Y ahora te toca a ti volver a atravesar un momento duro, quizás uno de los más complicados de tu vida. Sientes miedo y tristeza, y estas confusa, perdida. Es una amalgama de emociones intensas las que recorren tu ser, que corresponden naturalmente a lo que estás afrontando. Miles de incógnitas, preguntas sin respuestas, incertidumbre, desconfianza.
Nos conocemos tan bien que a veces no necesitamos ni hablarnos, en silencio nos escuchamos mirándonos a los ojos. En esos momentos siento que fuéramos una, como si tu fueras yo y yo tú, como si respirásemos a través del mismo corazón. Y, por eso, me atrevo a decir que soy capaz de percibir con precisión lo que puedes estar sintiendo ahora. Es cuando veo tus ojos vidriosos y esas perlas que caen de ellos cuando más siento el brillo de tu pureza, de tu vulnerabilidad, cuando siento tu esencia.
Crees que no vas a poder con esto, que no vas a ser capaz de salir adelante, que todo esto es demasiado. Amiga, recuerda eso que hemos hablado siempre: lo necesario que es expresar y compartir nuestros miedos, reconocer nuestras dudas y aceptar nuestras sombras. Pues ahora que estás pasando por este gran desafío todo eso se hace aún mas indispensable.
Es un momento para apoyarte en esas difíciles experiencias del pasado que superaste. Recuerda aquellos pozos en los que has estado y cómo has salido fortalecida y enriquecida de ellos. Son ahora tu principal fuente de inspiración, sácalos del baúl de los recuerdos y reconecta con tu fuerza interior.
Es un momento para permitirte ser paciente, y no hay mejor manera de serlo que confiar, confiar en la vida, en esa fuerza creadora que siempre está a nuestro favor, aunque a veces cueste verlo.
Recuerda lo que te digo en cada visita al hospital: todas las experiencias tienen dos finalidades esenciales: aprender y disfrutar. En unas aprendemos más y disfrutamos menos, o no disfrutamos. Tú estás ahora en una de éstas. Pero, tranquila, yo estaré a tu lado para acompañarte a encontrar el gran aprendizaje, el regalo oculto, que ahora es difícil ver.
Confía, amiga, confía en la vida. Todo tiene una razón de ser. Esto está en nuestra vida para algo. Y la alegría de vivir va de eso. No sólo de disfrutar de las experiencias agradables, sino de ser capaz de aceptar y exprimir cualquier experiencia hasta agotarla, para beber el delicioso jugo de su aprendizaje.
Confía, amiga. No tengo bola de cristal, pero si la vida quiere que sigas aquí, dentro de un tiempo podrás mirar hacia atrás y con una sutil sonrisa recordarás lo importante que fue vivir este desafío para comprenderte mejor y darte lo que necesitas, para descubrir todo ese tesoro de cualidades y recursos de los que dispones. Quizás una oportunidad para reconstruirte.
Cuando nos volvamos a ver no hablaremos de esta carta, pero, por favor, guárdala en algún lugar inolvidable, para que dentro de unos años podamos releerla juntas, si tú quieres.
Recuerda que estoy aquí. Que siempre que necesites expresar, desahogarte, llorar y soñar en compañía puedes contar conmigo. Y si en ese momento no puedo estar a tu lado, vuélcalo todo en un papel, porque en breve estaré ahí para acoger y sostener juntas tus palabras, tu dolor.
Como aquella canción, ya sabes, si tú me dices ven lo dejo todo.
Un abrazo con el corazón,
Carmen

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