En general muy poco. Desde pequeños nos enseñan a hablar, escribir, leer, analizar, calcular, pero poco o nada nos hablan de las emociones y de cómo de interconectadas están con nuestra mente, con nuestro cuerpo y con nuestro bienestar (o malestar).No somos conscientes de cómo se generan ni de cómo las gestionamos, esto último casi siempre de forma poco hábil o torpe. Admito que yo he sido muy mental toda mi vida, lo he racionalizado todo. Reconozco que hasta hace unos años me costaba identificar mis emociones y las necesidades más profundas de las que me hablan esas emociones. A veces, ni siquiera nos permitimos sentirlas, las ocultamos o sustituimos por otras, porque creemos que son indignas, o más bien, eso es lo que nos hecho creer. Hemos aprendido a reprimirlas al no estar bien visto sentir miedo, tristeza, ira o incluso, alegría.
Llevo tiempo trabajándome interiormente y, aún así, el tema de las emociones sigue siendo y será un aprendizaje continuo.
Las emociones se disparan por nuestro dialogo interior, por experiencias que han dejado huella en nuestra memoria emocional, por sensaciones y molestias corporales o por situaciones que se nos presentan en la vida.
Las emociones son al cuerpo lo que los pensamientos a la mente, por ello, es interesante observar en qué parte del cuerpo las sentimos.
No hay emociones buenas ni malas, si a caso podemos hablar de que las sentimos de forma agradable o desagradable, pero todas están ahí para algo, todas nos traen un mensaje, nos hablan de algo que estamos necesi- tando, que, en última instancia tiene que ver con nuestras necesidades psicológicas básicas: amor, seguridad y libertad. Lo creamos o no todas las experiencias emocionales, agradables y desagradables, todas, nos hacen crecer y avanzar y convertirnos en quienes somos ahora, si las escuchamos y actuamos en coherencia con el aprendizaje que nos traen.
Para disfrutar de una buena y sana relación con nosotros mismos y con los demás es fundamental comprendernos y comprender a los que nos rodean, y para eso se hace necesario una buena comprensión de las emociones, tanto propias como ajenas. Para vivir en equilibro y armonía emocional el mayor tiempo posible, hemos de permitirnos sentir y expresar la emoción sólo de esa forma, al escucharla y aceptarla, podremos liberar toda su energía, dejando que atraviese nuestro cuerpo como si de una ola se tratase. Si no nos permitirnos sentirlas y expresarlas esa energía reprimida una y otra vez quedará bloqueada en alguna parte de nuestro cuerpo.
Las emociones, al igual que los pensamientos, sensaciones, actos, forman parte de nosotros, pero no son nosotros. Lo que sucede a menudo, es que nos identificamos con un pensamiento o una emoción tanto que nos enredamos con ellos, nos aferramos y no los soltamos, Pues el simple hecho de poderlos observar (como si saliéramos de la experiencia) ya nos está diciendo que no somos ese pensamiento o esa emoción, que somos mucho más, y que lo podemos modificar, que podemos elegir nuestra respuesta de forma libre y consciente, trayendo equilibrio y bienestar a nuestra vida.
Diario Emocional: Te invito a que elijas un momento del día (a mí me gusta hacerlo antes de acostarme), y dediques unos minutos para estar contigo y para que reflexiones sobre lo que has experimentado emocionalmente a lo largo del día, especialmente será útil que observes esas emociones desagradables que se repiten con frecuencia y que traen malestar, preguntándote, qué pensamientos tenias cuando sentías eso, qué sensa- ciones corporales, cómo has actuado, y de qué crees que te están hablando esas experiencias emocionales. Te aseguro que, aunque al principio no encuentres las respuestas, habrás dado un paso de gigante al concederte esta mirada interior.

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