Hasta hace unos años yo misma no era consciente del grado de toxicidad que pueden tener nuestros pensamientos y de lo que nuestro ruido mental, nuestros diálogos internos saboteadores nos puede hacer sufrir, un sufrimiento emocional que acaba manifestándose en nuestro cuerpo, en nuestra salud y en general en todo lo que nos rodea. Y doy fe de ello.
Tampoco era consciente del poder regenerador y balsámico de un lenguaje amable, compasivo y cariñoso hacia nosotros mismos, porque al tratarnos bien, al escucharnos con amor y permitirnos equivocarnos, al perdonarnos y al querernos tal y como somos, estamos eligiendo ser nosotros mismos y desde ahí nuestro caminar por este regalo que es la vida se hace fluido, ligero, alegre, firme y confiado.
Sé por experiencia propia que cambiar nuestros relatos internos, sobre todo en situaciones desafiantes de la vida, no es nada fácil, pero tampoco es imposible, y cuando uno se da cuenta de los beneficios de llevarnos bien con nosotros mismos, de ser nuestros mejores aliados, uno tiene motivos más que suficientes para decidir entrenar su mente. A esto no nos han enseñado en la escuela, pero es fundamental ya que no sólo nos ayuda a vivir en armonía y paz con nosotros mismos, esto va mucho más allá, porque plantar esa semilla de amor, respeto y gratitud en nosotros es también el germen de unos vínculos limpios y saludables con nuestro entorno.
Te invito a que empieces a observarte y a pillarte en esos diálogos internos que te perturban, te aterrorizan, te bloquean o te autocastigan, y a que te permitas sentir cómo sería hablarte de otra manera en esos momentos, quizás como cuando hablas al ser que te produce mas ternura. Ser consciente de esos patrones que a veces nos arrastran a la paralización o reacciones poco hábiles es el punto de partida para buscar y encontrar nuevos registros más saludables para tu mente y para todo tu ser.
Esto es, sin duda, uno de los pilares para ser el mejor amigo de ti mismo. Pero, además de dejarte en paz mentalmente, es importante que te des permiso para descansar, para desenchufarte y relajarte, para hacer eso que te gusta o para no hacer nada, para disfrutar y dedicarte tiempo a ti, en pocas palabras: para cuidarte, y, ¡Perdona, pero aquí no valen las excusas! En tu vida nadie es más importante que tú (aunque nos hayan querido vender otra cosa) y hay tantas maneras de cuidarnos y apoyarnos como maneras de cuidar y apoyar a los demás (lo que, por cierto, se nos suele dar bastante mejor).

Muy interesante artículo!