Mas allá de la acción

Nov 23, 2021 | Toma de conciencia

 

Hace unos días hablaba con un amigo sobre la importancia de nuestros actos, y coincidíamos en que si quieres conocer a alguien no es suficiente con escucharle, también es necesario observarle, porque nuestros actos hablan de nosotros.

Los actos hablan de nosotros, claro que sí, pero ¿de qué manera?

¿Qué es lo importante?

¿El acto en sí, su resultado, o desde dónde lo hacemos?

Estoy hablando de la intención y de la actitud ante cualquier acto que realizamos. Una misma acción la podemos hacer con desgana, desde el miedo a sentirnos rechazados, a que nos excluyan y no nos quieran, desde la necesidad de no sentir culpa. O, por el contrario, podemos hacerlo a conciencia, con ilusión y empeño, desde el deseo genuino de aprender y hacerlo para nuestro bien y el bien ajeno.  

Déjame que lo ilustre con un breve cuento:

“Llevaba tiempo viviendo sola con sus tres hijos. Hacía años que su marido había fallecido y tuvo que hacerse cargo de sostener a su familia ella sola.  Era una familia humilde que vivía en el campo. Tenían una sencilla casa y un pozo que les suministraba agua. Gracias a él podían mantener sus cultivos y alimentarse. Pero el pozo estaba bastante lejos de la casa y podía resultar incómodo ir cada día con varias tinajas a por el agua. Ella ya estaba mayor y tenía que delegar esta tarea en sus hijos.

Un día la madre necesitaba agua para cocinar y sólo estaba su hijo mayor. Le pidió que fuera a por agua. El hijo, sin levantar su mirada de lo que estaba haciendo, le contestó que no podía ir, que era más importante lo que estaba haciendo. La madre le dijo que sin el agua no podría cocinar, no tendría nada para darle de comer. El hijo, imaginándose muerto de hambre y sed, y sin pensar en nada ni nadie más que en él, cogió las tinajas con una mezcla de enfado y desgana y salió a por el agua.

Otro día, estaba ella en casa con su hijo mediano. La madre le pidió que fuera a por agua. El hijo la miró y reaccionando bruscamente le dijo que no, que estaba harto de esa tarea. Ella le dijo que sin el agua no podría cocinar y no tendrían nada para comer. Él empezó a pensar que por su culpa no podría comer la familia, y al cabo de un rato con gesto malhumorado y refunfuñando cogió las tinajas y salió de la casa en dirección al pozo.

Aquel día la madre sólo estaba acompañada por su hijo pequeño y le pidió que fuera a por agua. El hijo dejó lo que estaba haciendo, sonrió a su madre y con paso firmé salió de la casa hacia el pozo. Ella se quedó observándole desde la ventana. Observaba el rostro de su hijo relajado y con una sutil sonrisa, su paso firme y alegre. Al cabo de un rato el hijo entraba en la casa con las tinajas llenas, se las acercó a la madre preguntándole con la mirada si necesitaba algo más. La madre le sonrió y el hijo le devolvió la sonrisa.

Nunca ninguno lo reconoció, pero todos lo sabían: El sabor de la comida cuando había traído agua el hijo menor era diferente, mucho más sabroso.”

 

Este cuento viene a decirnos que todos llevaron a cabo la misma acción. Todos fueron a por agua al pozo. El acto es el mismo, pero hay una gran diferencia entre ellos, la motivación en cada uno era distinta.  El hijo mayor sólo pensaba en él, en poder beber y alimentarse, sin pensar en que esta acción ayudaría al resto de la familia. El segundo temía quedarse con un sentimiento de culpa, así que, con el único interés de mantener su conciencia tranquila, fue a por el agua a regañadientes. Y el menor, consciente de que esta tarea era un bien necesario para todos, lo había aceptado convencido de la importancia de ese trabajo y de su contribución al mismo, encontrando algo nuevo en cada paseo.

Puedes abordar tu tarea diaria desde el deber y la desgana, o puedes ver en ello algo de valor para ti y para otros.

Puedes quedarte en engullir la comida para aliviar tu hambre, o puedes deleitarte saboreando cada bocado.

Puedes hacer el mismo recorrido cada día mirando al suelo sin encontrar nada nuevo, o puedes apreciar y valorar cada detalle del camino con curiosidad, viendo algo diferente en lo aparentemente igual.

Puedes vivir desde la obligación y el sufrimiento o puedes hacerlo desde el aprendizaje y la satisfacción.

El acto es el mismo pero el resultado es distinto. Tú eliges porque no es una cuestión de carácter si no de actitud. Y sólo encontrarás la auténtica realización, interna y externa, si hay en ti una intención y una actitud generosa, amable y positiva.

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